martes, 22 de diciembre de 2009

NUESTRA ESPERANZA


Vivimos, morimos, lloramos y reímos como cualquier persona. Somos el mecánico, la estudiante, el doctor, la abogada, el albañil. Somos el cocinero, la costurera, el ingeniero, el ama de casa. Somos de carne y hueso, de pasiones y deseos, de enfermedades y dolencias.

Somos seguidores de Jesús ¿En qué nos diferenciamos de los demás hombres? ¿Qué es lo que nos hace distintos? Nuestra esperanza.

Muchos tienen esperanza, pero no es una esperanza segura. Es como una neblina que ahora está aquí, pero en cuestión de minutos el sol la puede disipar. Nuestra esperanza es segura, pues está fundada sobre la roca de la eternidad.

Esperamos cielo y tierra nueva, esperamos calles de un material más precioso que el oro, pues éste no es eterno y un mar más bello y duradero que el cristal, pues éste se rompe. Esperamos una eternidad con el Creador y no una eternidad aburrida y densa, como muchos de falta de sentido común e imaginación piensan. Pues el mismo Dios que creó el atardecer, que diseñó la sonrisa de un niño y como gran maestro esculpió la dicha del amor en el corazón.

Ese mismo Dios saciará nuestra hambre y sed de vida, de justicia, de conocimiento, de paz y dicha eternal.

Muchas veces vivimos nuestros días cargados de los afanes y las preocupaciones de esta vida y es que somos humanos y tenemos mil problemas, pero es necesario que tomemos tiempo para recordar que la situación presente no es permanente, que tenemos una esperanza.

“Qué sería de mí sin ti, oh esperanza”.

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