martes, 22 de diciembre de 2009

MADRE ADOPTIVA


Un predicador contó una anécdota de unos gatitos que se habían quedado sin madre. Eran muy pequeños estaban demasiado flacos y sin sustento materno pronto morirían.

El hombre que los encontró se topó con una gata que acababa de parir. Esta madre de adopción era la única esperanza que los gatitos tenían. El hombre puso primero un gatito delante de la madre. Era el momento decisivo, si la recién parida lo aceptaba viviría de lo contrario moriría.

La felina lo miró curiosamente, olfateó, le lamió la cabeza y lo empujó hacia la prole a que se alimentara. El hombre acercó al segundo gatito y así se repitió el acto, los pequeños vivirían. Habían encontrado una madre de adopción.

Como estos pobres felinos desnutridos estamos tú y yo. Sin madre, sin sustento, en una guerra contra el tiempo condenados a morir. Pero un hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios, nos tomó en sus manos y al igual que los pequeños felinos huérfanos, fuimos presentados ante la madre adoptiva.

Jesús nos presentó ante el Padre Celestial, el Padre eterno nos olfateó como la felina a los pequeños gatitos. Al sentir sobre nosotros el dulce aroma de su Hijo amado, al sentir el olor de la sangre que las manos desfiguradas dejaron sobre nosotros al traernos al redil. El Padre Celestial nos dio un hogar en su seno.

Como la gallina cubre a sus pollitos el Dios de amor nos cubrió con sus alas y nos dio una oportunidad de vida.

¡Gracias, Señor Jesús, por Ti tengo vida!

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