martes, 22 de diciembre de 2009

EL CEREAL BARATO


Recuerdo que en mi adolescencia mi padre trajo un día a casa un cereal un poco desconocido. No era de ninguna de las marcas populares que me gustaban. Era un “cereal barato”. Cada vez que habría la puerta de la cocina lo miraba y pensaba, “seguro que debe saber extraño”, pero nunca lo probé. Todavía recuerdo el color rosado y el logotipo en la caja. Creo que será difícil que me olvide de este peculiar cereal.

Un par de años después me encontré en una cárcel preso. La comida era escasa y nos daban cereal una o dos veces al mes. Ahí fue donde me encontré otra vez con el “cereal barato’’ que un día desprecie, lo probé y me encantó. Pero ahora en una nueva comunidad en la que me encontraba el “cereal barato”, que no era tan barato, se había convertido en una delicadeza.

Nuestro Dios tiene un gran sentido del humor. No se me olvida la risa que salió de mis entrañas cuando el Señor abrió mis ojos y me permitió entender esta profunda lección. Cuántas veces no le damos valor a las cosas que Dios nos da. El hijo pródigo quizás despreciaba el pan que su padre le daba a los jornaleros hasta que el hambre quebrantó su orgullo.

¿Tienes “cereales baratos” en tu vida? Dale gracias a tu Padre Celestial por ellos, no sea que la economía del cielo se invierta y ya no estén a tu alcance.

Seamos agradecidos con lo que Dios nos da.

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