martes, 22 de diciembre de 2009

MILLONES Y MILAGROS


En días pasados me puse a pensar en la lotería y cómo tanta gente sueña con el premio mayor. El revuelo que causa escuchar que alguien ganó es tan grande como escuchar de un asombroso milagro.

¿Qué sucedería si a cada una de las personas del país le llegara del departamento de impuestos internos un cheque por un millón de dólares? Creo que estarían felices hasta que llegando a la tienda se dieran cuenta que el precio de la leche o del pan cambió de tres dólares a mil. Entonces ser millonario a nadie le importaría.

Muchos piensan que Dios es injusto, pues pudiendo hacer muchos milagros como los hizo hace más de dos mil años cuando anduvo entre nosotros, pareciera limitarse.

¿Pero qué sucedería si hoy en día Jesús saciase al mundo de pan y curase todas sus enfermedades y dolencias físicas? Nadie se daría cuenta de que está sano y sin hambre, pues otros problemas ocuparían el lugar de los primeros.

Señor, ayúdanos a entender que la luz del sol, cada día, es un milagro y que no hace falta un millón de dólares para ser rico. Ayúdanos a entender que nuestras más profundas necesidades son aquellas cosas que no podemos ver y que inútilmente las buscamos donde no las vamos a encontrar.

Enséñanos, Jesús amado, que nuestro incomprendido deseo no es por lo que Tú puedas hacer por nosotros física o materialmente, sino por tu santa presencia en nuestra vida.

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