miércoles, 9 de enero de 2008

TE ATREVES

Cuando la lucha es difícil y se agotan mis fuerzas en medio de la batalla, cuando la prueba es dura y siento que no puedo más, levanto mis manos y me escapo de este mundo. Me imagino en el último día, contemplando el rostro de mi Redentor mientras mi cuerpo es transformado, un par de lágrimas ruedan por mis mejillas de gozo y al momento el Señor restaura mis fuerzas, mi fe, y mi esperanza en su amor.

Pero qué triste es pensar que muchos de los que aceptaron el llamamiento, se quedarán mirando al cielo y no entrarán, porque han ensuciado sus ropas.

Si tú eres uno de los que no estudia cuidadosamente, ni aprueba lo que el Espíritu Santo le dice a su iglesia acerca de la observancia de los mandamientos y los mira a la ligera, déjame preguntarte algo. Si alguien pone un vaso frente a ti y te dice que el líquido en su interior puede ser veneno, como puede no serlo y no hay manera de comprobarlo, ¿Si te invitasen a beber de él… te atreves?

Hay dos tipos de creyentes. Uno descuidado que toma el vaso y bebe y uno prudente que se abstiene. ¿Cuál eres tú?

Deuteronomio 30:29
Jueces 7:4-7

LA SANTIDAD

La santidad no se viste de deseo, si tu apariencia incita a la sexualidad, estás vestido de carnalidad.

La santidad no apunta con el dedo, más bien extiende toda la mano, si eres el acusador de tu hermano, estás vestido de carnalidad.

La santidad reprende al que se desvía, pero no mira por encima del hombro al inconverso. Si en vez de predicar a Cristo en amor te dedicas a tirar piedras, estás vestido de carnalidad.

La santidad no es emocionarte al cantar un himno o al orar en la iglesia y a la salida tratar a las personas con indiferencia, si te vistes de blanco sólo por las apariencias, mas tienes negra la conciencia, estás vestido de carnalidad.

La santidad se obtiene por gracia, se comprueba con el amor, y se retiene con la obediencia, si en el cuerpo de Cristo actuar con rebeldía es tu costumbre, estás vestido de carnalidad.

Las palabras de aquel bello pensamiento deben estar escritas en el corazón de todo fiel soldado de la cruz. “Vive en santidad sin la cual nadie verá al Señor. Para vivir en santidad, y no gustar la muerte eterna, vive las palabras de Jesús”.

NOS VAMOS A CASA

Estoy preso en una cárcel del condado Dade de la Florida, por reglamento nos cambian las ropas de cama y el uniforme todos los lunes por la madrugada.

Muchos guardias se frustran porque no es fácil lidiar con los presos y especialmente despertarlos en la mañana, otros consideran injusto que siendo ellos ciudadanos normales y sin antecedentes criminales, tengan que dejar a sus familias y levantarse tan temprano en la mañana cuando todavía el sol no ha salido, sólo para encontrarnos a nosotros durmiendo plácidamente. Pero el factor que ellos dejan fuera de la ecuación, resulta ser el más importante. Que al final del día, ellos regresan a casa y nosotros nos quedamos aquí.

Cuando el camino cristiano se ponga difícil, sientas que no puedes seguir, y te parezca ver a las personas en el mundo durmiendo y disfrutando de sus placeres sin preocupación, quita tus ojos de las pequeñeces de la carne y piensa en grande, piensa en el resultado final de la ecuación.

Aquellos que hoy duermen en el mundo sin preocupación al final del día se quedarán mirando al cielo mientras nosotros nos vamos a casa con Jesús.

MEDICINA ESPIRITUAL

Estaba meditando en lo bueno que mi Salvador ha sido conmigo, y todos los milagros y maravillas que ha hecho en mi vida.

No tengo palabras para expresar ni me alcanza el entendimiento para comprender cómo he llegado a este sitio de amor y paz en mi interior. Y aunque estoy preso en una cárcel, siento una libertad que era para mi desconocida.

Cuando su presencia está cerca siento sensaciones en mi cuerpo que ninguna droga puede igualar, es increíble. Yo recuerdo escuchar a gente decir cosas como estas y pensar, “sí, tú dices eso porque nunca has andado con drogas”, pero yo sí las he usado y nada se puede comparar a la obra que El Espíritu Santo hace en el creyente.

Yo amaba a las drogas y al alcohol porque me aturdían y me entumecían ante mis problemas y me permitían relajarme. También porque me ayudaban a endurecer mi corazón.

Pero ahora amo al Espíritu Santo de Dios, porque él no me aturde ante el dolor, sino que me permite soportarlo como si no estuviese allí. También me da el poder para enfrentarme a mis temores y a mis problemas.

El Señor también me ha enseñado que mi corazón no necesita ser endurecido para ser fuerte, sino que necesita ser quebrantado una y otra vez, porque cuando soy débil su fuerza se manifiesta en mí.

¡Te amo Jesús!

MANTÉN LA PUERTA ESTRECHA

Muchas iglesias están preocupadas con llenar templos y hacen cualquier cosa para que la gente vaya a sus cultos.

Un compañero de celda me contó que cuando él estuvo en la prisión, un grupo de llamados cristianos se juntaban a predicar en una mesa, en esta prisión había un muchacho joven y que se la pasaba todo el día con los ojos pegados a revistas pornográficas; como el joven no tenía intención de escuchar el evangelio, pero lo querían en la mesa de todas formas, le traían una revista pornográfica para que no se moviera de allí.

Puede que la anécdota sea algo grotesca, pero es real. Muchas veces los creyentes están tratando de llenar lo templos con métodos que parecen más inofensivos, pero son igual de desagradables ante Dios, para que su doctrina sea más llamativa a los ojos del mundo; para atrapar a las masas en su congregación. Ven a la iglesia con los ojos del asalariado, si el producto no da negocio; lo ponen o lo quitan.

No es malo predicar el evangelio de formas innovadoras. Lo malo es salirse de la doctrina y la estructura que el Señor Jesús deja para su iglesia.

La gran comisión no es llenar templos, sino predicar el evangelio en todo el mundo, y enseñar a toda criatura a guardar los mandamientos de Dios.

“Si tú entraste por la puerta estrecha, no la agrandes para otros”.

Colosenses 2:6

NO SEAMOS CONFORMISTAS

La Palabra dice que el que busca a Dios como al oro le encuentra.

Yo no sé si tu has visto a alguien buscando oro, pero ten algo seguro, nadie que haya dejado padre, madre, mujer, familia o amigos en busca de oro va a dar dos picotazos en la piedra, o a excavar dos pies bajo tierra y darse por vencido; si algo de sabiduría hay en él.

Si alguno llegase a encontrar una pepita de oro ¿se conformará con aquella pepita? ¿Volverá a su nación de la cual salió en busca del precioso metal, conforme? Más bien buscará y cavará más profundo en aquel sitio y volverá a su lugar lleno de riquezas. O si alguno recibiere una herencia de su padre, en su mano el mapa y la llave de un tesoro escondido en su propiedad. ¿No trabajara día y noche el hijo hasta encontrarlo?

Nuestra heredad es Dios. Él es nuestro tesoro. ¿No vale más Dios que el oro? Entonces por qué muchas veces nos afanamos por nuestras posesiones y nos conformamos con nuestra vida espiritual. Pensamos “hasta aquí está bien o como fulano me conformo”.

Mi hermano… nunca está bien, día a día hay que buscarle más. No trabajemos por la comida que perece, sino por la que para vida eterna permanece. Conformémonos con nuestros bienes materiales, pero nunca con los espirituales.

“Un cristiano que no avanza, es un cristiano estancado y un cristiano estancado está en peligro de muerte.”

Juan 6:26-27
Prov. 8:17-21

CRISTIANO

Esto sucedió hace unos cuantos meses, ya casi un año. No recuerdo exactamente la fecha pero me parece que ya era de noche. Una noche llena de gritos, risas, malas palabras, discusiones, y alguno que otro cantante en el "background". Sonidos característicos de una celda de máxima seguridad con más de cincuenta hombres que no entienden mucho de reglas ni orden.

Me encontraba sentado en la fila del teléfono "zona de peligro". Uno nunca sabe lo que va a pasar en el teléfono. De buenas a primeras se puede formar una pelea, alguien puede ser apuñalado o cualquier cosa por el estilo.

Gracias a Dios hasta el día de hoy, no ha habido muertes en esta celda, ni muchos incidentes serios, pero todos saben que el teléfono puede ser peligroso.

Ya llevaba más o menos media hora esperando un turno para hablar con mi familia, y afortunadamente me encontraba en una posición aventajada en la línea. A mi izquierda se encontraba un "distinguido personaje", pequeño y oscuro, con un diente menos en el centro de la sonrisa y una mirada de "yo sé algo que tú no sabes", apodado "Media Noche". A mi lado derecho se encontraba otro "reverente problemático", un poco más alto, blanco, gordo, con la nariz grande y roja, y el cuerpo cubierto de tatuajes; conocido merecidamente como "Payaso".

Se les ocurrió a los "prestigiosos elementos" el ponerse a pelear casi encima de mí. A Payaso, que era como un niño en cuerpo de hombre, le encantaba el juego de manos, y Media Noche no tenía mucho cuerpo, pero sí una boca indomable; así que el resto es de imaginar. En el momento de la embestida del luchador aficionado, Media Noche tenía un vaso de jugo en la mano, y naturalmente parte del jugo terminó en mi pantalón. La pelea se paralizó cuando Media Noche, notando lo ocurrido, oportunamente le reclamó a su oponente: "mira lo que hiciste, por tu culpa mojé al cristiano".

En ese momento sentí como que el tiempo se había suspendido, las palabras de Media Noche todavía hacían eco en mis oídos, Payaso ofreció ayudarme, pero rechacé la oferta todavía pensativo… "mojé al cristiano". Que yo recuerde nunca en mi vida nadie me había llamado cristiano. Puede que cuando era niño, pero en aquel entonces no tenía la menor idea de quién era Jesucristo. Mis padres son cristianos, pero yo solamente quería ser igual a los otros niños.

Ahora todo era diferente. Me había enamorado de Jesús. Creo que apareció en mi rostro una sonrisa de oreja a oreja. Mi corazón brincaba de felicidad y emoción. Alguien me había llamado por el nombre de mi Salvador. Si un par de meses antes me hubieran llamado así, creo que me habría reído de esa persona o del comentario; aunque no creo que a alguien se le habría ocurrido llamarme así. Tan sólo mi mirada arrogante decía lo contrario, o quizás mi actitud callejera o mi forma de vestir habría ahuyentado cualquier expresión parecida, pero ahora era "el cristiano".

Esa noche mi colchón se sintió como las nubes, floté despacio hacia el sueño recordando la primera vez que fui identificado con el Maestro, y aunque vinieron muchas otras, ésta fue la más hermosa de todas.

No hay nada más sublime, que después de haber vivido una juventud frustrada, en el momento menos pensado ser reconocido como un discípulo de Jesús, y deseo con todo mi corazón poder tener el honor de ser "el cristiano" todos los días del resto de mi vida.