martes, 22 de diciembre de 2009

NIÉGATE A TI MISMO


¿Qué quiso decir el Señor cuando me dijo que me negase a mí mismo? ¿Habrá querido decir que ya no puedo hacer lo que me agrada? ¿Debo perder mi personalidad, mis gustos, mi carácter y convertirme en una especie de cristiano robótico? La respuesta es ninguna de las anteriores.

El problema es que vivimos en un mundo en el cual reina un espíritu de maldad. El enemigo y sus ángeles caídos luchan diariamente para que nuestros gustos, carácter y personalidad, cosas que Dios ha creado únicas en cada persona, como las huellas digitales, estén siempre dirigidas hacia el pecado.

Todos los caminos del hombre que no conoce a Dios, a veces de una forma sutil y otras de una manera completamente abierta, están encaminados a la destrucción. El diablo busca darme su imagen suplantando la belleza con su vana gloria, el poder con la prepotencia, el coraje con el orgullo y el amor con el odio.

Por esto es que cuando conocemos a Dios en la persona del Hijo y creemos en Él entregándole nuestra vida, debemos negarnos a nosotros mismos. No porque las características individuales que Dios le dio a cada alma deban desaparecer, sino porque estamos tan acostumbrados a ser engañados por el diablo, que debemos apartarnos de todo lo que éste último nos dijo que éramos, nuestro viejo yo, para conocer lo que en realidad somos.

Para ganar la vida que el Señor diseñó para nosotros, no a la semejanza de Satanás, sino a la imagen de Dios.

¡Ayúdame, Señor, a ser un reflejo de Ti!

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