sábado, 4 de octubre de 2008

TÍTULOS

Vivimos en una sociedad de Títulos, donde mientras más letras hay después del nombre, más respetada es la persona. Es costumbre entre los llamados cristianos de nuestros días el no llamarse hermanos, si no el psicólogo fulano o el doctor mengano, y los creyentes les escuchan con atención como si la sabiduría de Dios se pudiera obtener en la universidad.

No es que haya nada malo con estudiar e instruirse, al contrario, debemos aprovechar cada oportunidad que el Señor nos da para edificarnos. Pero debemos darle a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.

Dejemos los títulos en la oficina y lleguémonos a la congregación con un corazón humilde. A todos los hombres les gusta ostentar un título que exija respeto y atención, pero…¿Significan estos títulos algo ante Dios? ¿Qué pasaría si le aplicáramos esta costumbre llena de vanidad a los grandes héroes del nuevo Testamento?

Si empezamos por San Lucas, toda la congregación estaría atenta al escuchar; “ahora con el mensaje de esta noche el doctor Lucas” o que tal el Apóstol Pablo “ahora el doctor de la ley, fariseo, instruido a los pies de Gamaliel, Saulo de Tarso”. Ese sí es un gran título ¿verdad? Sin embargo el propietario del tal lo consideró como basura por Cristo.

¿Qué pasaría con los títulos impuestos por el mundo si presentamos a Jesús? ¿Sería el Hijo de Dios o simplemente el carpintero de Nazaret?

Que el título más importante para nosotros, sea el de Cristiano.

Fil. 3:4-11
Fil. 2:1-11

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