sábado, 4 de octubre de 2008

MI PATRIA

La mayoría de las personas tienen una patria, un lugar donde nacieron y se criaron, el cual ha marcado su carácter y su vida con sus costumbres y sus paisajes.

Mis padres son misioneros desde mucho antes que yo naciera. Dejaron sus países y sus costumbres por seguir a Cristo y predicar el evangelio por el mundo. En mi infancia y a medida que fui creciendo, viajamos mucho y nos mudamos de casa constantemente, por lo cual no tengo un lugar específico al cual pueda llamar hogar. Mi madre me enseñó desde pequeño a llamar hogar al lugar donde dormíamos y ella siempre se aseguraba, con mucho esfuerzo, de hacer de su nido, aunque humilde, un lugar acogedor para su familia.

En mi adolescencia me sentí como una hoja en el viento, sin rumbo ni dirección. En mi mente no tenía claro un lugar de partida ni un lugar de destino. No me interesaba la vida, y el mundo frío con el cual me encontré no se sentía como mi hogar. Hasta que un día Jesucristo me encontró y me dijo que este mundo no era mi hogar ni mi patria, que Él tenía un dulce lugar en su reino para mí.

Fue entonces cuando empecé a comprender la vida de mis padres y a seguir su ejemplo, llamándole hogar al lugar donde reclino mi cabeza esta noche. Porque en realidad este mundo no es mi hogar y mi patria está en Cristo y solamente en Él.

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