martes, 8 de mayo de 2007

COMO ACOSTUMBRARME A TI

Me puedo acostumbrar fácilmente
a una costosa muda de ropa
tres veces diarias,
y echarlas a la basura
después de haberla usado.


Me puedo acostumbrar fácilmente
a comidas caras y exóticas
y a los más exquisitos manjares
hasta llegar al punto
de la insipidez y el empalago.


Me puedo acostumbrar fácilmente
a todos los placeres alcanzables por esta carne
y vida humana y a poder sentirlo todo
como quien no siente nada.


Me puedo acostumbrar fácilmente
a vivir como quien compra un cómodo y
lujoso carro del año y lo hace pedazos
tan sólo horas después de haberlo comprado.


Me puedo acostumbrar fácilmente
a pedirte, mi Dios amado,
incontables señales y a recoger
un lienzo de lana
tanto seco como mojado,
cada madrugada.


Me puedo acostumbrar fácilmente
al aplauso de la gente y al orgullo
la vanagloria y el poder que siente
aquel que por las multitudes es aclamado.


Me puedo acostumbrar fácilmente
a tener una vida rebosante de bendiciones
a más no poder y mirar al que nada tiene
con envidia queriendo ser como él.


Me puedo acostumbrar fácilmente
al sol, la luna, y las estrellas,
al mundo conocido,
a vivir mil veces lo que no he vivido,
y conocer lo que no ha sido revelado.


Pero ni la misma eternidad bastaría para
hacer costumbre, ni para poder cansarme
de lo que experimenta mi corazón al
mirar el cielo bañado por un atardecer
rojizo, sabiendo que estoy parado ante
la gloria del trono de mi Creador
y abiertos los ojos de mi alma, se
escapa de mí un suspiro al poder ver
en la profundidad de lo infinito,
cara a cara al Señor y siento que me
elevo por los aires al darme cuenta que estoy mirando al rostro del amor.

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